En su quinta edición, el concierto didáctico “Bombos y Platillos” llenó de magia sinfónica el Teatro Cajamag. Un formato pedagógico y lúdico que convierte a los niños en protagonistas de la música.
El Teatro Cajamag se transformó este sábado 21 de junio en un escenario de fantasía musical. Un número importante de niños y niñas ocuparon sus sillas con la expectativa propia de quien va a un espectáculo… pero no solo como espectadores, sino como posibles protagonistas.
Fue la quinta edición del concierto didáctico “Con Bombos y Platillos”, un proyecto institucionalizado por la Caja de Compensación Familiar del Magdalena, Cajamag, que apuesta por formar nuevos públicos en torno a la música sinfónica.
A cargo de la Orquesta Filarmónica de Cajamag, el concierto estuvo cargado de canciones infantiles, melodías de películas que han marcado generaciones y un despliegue visual y sonoro pensado exclusivamente para el público infantil. Pero más allá del repertorio, el sello distintivo fue la interacción permanente con los niños, guiada por el maestro Álvaro Acosta, quien además de dirigir, se encargó de involucrar a los pequeños en la dinámica del espectáculo.
“Este tipo de experiencias despiertan en los niños no solo el gusto por la música, sino la posibilidad de imaginarse dentro de una orquesta, tocando un instrumento, haciendo parte del show. Ese es el verdadero objetivo”, explicó el maestro Acosta durante una pausa del concierto.
Una apuesta educativa y cultural
La propuesta hace parte de la franja “Música del Mundo” de Cajamag, un programa diseñado para acercar la música a diferentes públicos desde una perspectiva pedagógica y de entretenimiento. En el caso de Bombos y Platillos, la intención va más allá del disfrute: se trata de una estrategia de formación que siembra semillas musicales en las nuevas generaciones.
Las entradas para las categorías A y B estuvieron 100 % subsidiadas y el evento también fue transmitido en vivo a través de las redes sociales de Cajamag, permitiendo que más familias pudieran conectarse desde sus hogares.
“Lo que se vivió hoy fue más que un concierto. Fue una clase divertida, una historia contada con instrumentos, una tarde en la que los niños aprendieron que detrás de cada sonido hay una historia y una emoción”, afirmó Sandra Ríos, madre asistente al evento con sus dos hijos de 7 y 9 años.
El entusiasmo de los niños fue evidente. Aplaudían, reían, cantaban y respondían a cada intervención del maestro, quien les hablaba como si cada uno hiciera parte de su orquesta. Esa cercanía transformó el concierto en una experiencia inmersiva que dejó huella en muchos pequeños.